Otra crítica de «Los Miserables»

Resulta difícil no coincidir con Hector en su crítica de «Los Miserables», pero cuatro ojos ven más que dos y luego cada par saca sus conclusiones. Que estamos ante una obra abrumadora dentro del cine es incuestionable y no voy a ser yo quien intente una empresa que fracasaría en el primer intento. Ahora bien, que esa obra abrumadora tiene sus fallos (o lo que yo considero como tales), también es una realidad.

Los Miserables. Dos palabras combinadas que ponen los pelos de punta sin contexto, pero cuando le remiten a la obra de Victor Hugo electrifican. Tom Hopper parte de un material con una calidad que asusta y supongo que sintió sobre sus hombros el peso asfixiante de la responsabilidad que eso conlleva, porque si tropieza, se revienta contra un muro de hormigón, pero si sucede lo contrario pocos van a ser los que olviden su nombre. Además de la obra de Victor Hugo, adapta a su vez un musical que, por cierto, no he visto y no puedo comparar, así que la crítica de «Los Miserables» se quedará coja por esa parte.

Me gustó. Eso vaya por delante. Fui con un escepticismo algo irritante por haber visto otras adaptaciones interesantes que hicieron mella en mi corazón crítico y me tuve que tragar mi bilis porque la disfruté más de lo que esperaba. Al igual que mi compañero, no siento una afición particular hacia los musicales por lo ridículo que suelen ser (quitando algunos ejemplos, por supuesto). En «Los Miserables» de Hopper me encontré algo diferente. La música estaba al servicio de la película, no de coreografías grupales que se hacen en cualquier parte y de cualquier manera con el «todo vale». Eso me ha resultado un tanto inaudito, pero tiene su contraparte y es que se ha abusado muchísimo de los primeros planos.

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Cabe resaltar que se trata de un musical en estado puro y esto significa que el 95% de la película se ha desarrollado entre canciones, por lo que un 5% ha quedado relegado a los diálogos tradicionales. No se puede reprochar a Hopper que se hayan molestado en hacer un doblaje de diez o veinte frases, pero es algo a tener en cuenta porque entorpecía las acciones y acaba siendo algo ridículo. Por diez líneas más que hubiera que leer, el público no se iba a ofuscar. De hecho, creo, lo agradecería.

También ha habido quejas con el subtitulado; que si cantaban una cosa y luego traducían otra. Me parece que han cogido el libreto de las canciones del musical de «Los Miserables» y lo han volcado, ya sea para ahorrar presupuesto o porque una traducción literal habría estropeado rimas, juegos de palabras y figuras literarias. A mí no me pareció abominable y me inclino por la segunda opción.

El elenco de Los Miserables

Helena Bonham Carter es más fuerte que yo. Hace gala de su único registro una vez más y, cómo no, le sale bien porque lo tiene más que interiorizado, aunque no me pareció una buena señora Thenardier. Sacha Baron Cohen hace dúo con ella y ambos ya coincidieron en otro musical. Se llevan bien y visualmente casan delante de la pantalla (aunque yo me empeñe en lo contrario). Él, en cambio, lo veía con más espíritu del buen soldado de Waterloo.

les-miserables-image02[1]Aaron Tveit y Daniel Huttlestone han sido unos descubrimientos excepcionales, especialmente este último que ha sido protagonista de dos momentos que dejan sin aliento. Samantha Barks también ha sido una agradable experiencia, quizá un poco desaprovechada y maltratada con el vestuario, pero aceptable. Amanda Seyfried solo me ha hecho recordar lo sobrevalorado que está tener una cara mona y saber entonar. No la he visto muy lúcida.

Y, desde luego, me quito el sombrero ante Anne Hathaway, Hugo Jackman y Russell Crowe, siendo este mi favorito. Es al que más incómodo he visto en el registro, pero que, de todas formas, ha dado un Javert formidable. Sé que me dejo algunas actuaciones en el tintero, pero poco más tendría que añadir al respecto. Eddie Redmayne se está convirtiendo en un valor al alza.

Creo que la película ha tenido una acogida tan cálida y popular porque, aunque parezca exagerado, algunas situaciones de la historia se pueden trasladar perfectamente a nuestra actualidad, a estos momentos. Sin entrar a comparar, considero que Hopper ha sabido escoger bien qué dar de comer al espectador: esperanza.