Larry Charles. Sacha Baron Cohen. Y con esto, podría dar por concluido el artículo, pero no voy a hacer algo tan estrambótico porque hay cosas que quiero comentar sí o sí. La primera de ellas es que esta película ha sido altamente infravalorada; no sé ya si es porque el nivel de humor es, ciertamente, insultante en algunos momentos o porque muchos espectadores se han quedado sin entender en serio cuál era su propósito.
“El dictador” es una divertida crítica a las democracias actuales, en concreto a la estadounidense, y la sátira se lleva a cabo a través de un déspota. Parecen conceptos contrapuestos, pero en muchas ocasiones no lo son, y aunque se meta con el gigante de Norte América, en muchas cosas podemos sentirnos plena y desgraciadamente identificados, sobre todo ahora que nuestros derechos están desapareciendo como las hojas de un almanaque.
Breve sinopsis de “El dictador”
Sacha Baron Cohen interpreta al dictador Aladeen, un terrible tirano de Wadiya que no acepta que le lleven la contraria ni sugerencias que no le entusiasmen; es machista, retrógrado y, para acabar antes, un gilipollas integral. Su tío Tamir, encarnado por Ben Kingsley, quiere derrocarlo para poder vender el petróleo de Wadiya, así que busca a un doble para que sustituya al dictador cuando la ONU le exige que el país se convierta en una democracia y así poder llevar a cabo su plan, ya que el doble es tan imbécil y manejable como el propio tirano.
Aladeen se ve de repente despojado de su identidad y debe asumir una nueva, “Allison Burgers”, que le permitirá conocer a la reivendicativa Zoey, una Anna Faris morena, que puede ofrecerle un puesto de trabajo en la tienda más verde, progre y tolerante de la ciudad.
Sin añadir mucho más sobre el argumento para no desvelar los escasos giros dramáticos, me gustaría saber qué es lo que esperaba la gente que ha salido echando pestes o diciendo que no tiene gracia. Entiendo que no está a la altura de “Borat” o, incluso, de “Bruno”, pero “El dictador” puede lucir orgullosa en cualquier colección de DVDs. Es dura sin llegar a ser didáctica o abrasiva con sus críticas, es divertida, aunque nunca te desternillas en la butaca (o en el sofá) y está en la línea de las otras, solo que en esta ocasión no hay gags “reales”, donde alguno de los participantes no sepa que está trabajando en una película, y eso, obviamente, se echa de menos.
También cabe destacar la versatilidad de Sacha Baron Cohen. Siempre consigue sorprenderme su capacidad camaleónica para convertirse en cualquier personaje que el guión le pida. Esto no pretende ser una frase snob, pero se aprecia mucho más en versión original este envidiable, aunque agradable talento. También ocurre lo mismo con ciertos chistes que por la traducción se quedan sin gracia.
El humor, como ya he señalado, no es muy allá. Sin embargo, hay excepciones a lo largo de toda la película que son de agradecer y la salvan de la quema de brujas. Por supuesto, está presente cuando se hacen las críticas o las sátiras de la sociedad: no es fino ni sutil, aunque aun así muchos no han terminado de entender el evidente paralelismo.
Doctor: [Aladeen rewrote the language so his name means both «positive» and «negative»] Do you want the Aladeen news or the Aladeen news?
Patient: The Aladeen news?
Doctor: You’re HIV-Aladeen.
En cuanto a Anna Faris, hay que decir que la pobre continúa con la sobreactuación que le enseñaron en la saga “Scary Movie”, pero podemos pasarlo más o menos por alto porque toda la película de “El dictador” es por sí muy estrafalaria y no es la única que no hace un trabajo impecable. Ben Kingsley, sin embargo, está sobrio y encantador, ¡pero sale muy poco! Otras caras conocidas son Megan Fox haciendo un papel que le va como anillo al dedo, Edward Norton o John C. Reilly. La película está sembrada de cameos.
Para concluir, solo diré que es una buena película para el domingo por la tarde. Tal vez las malas críticas que ha recibido me ha hecho verla con expectativas bajo cero y, como cuando suele ocurrir, no me he encontrado un producto tan espantoso. He echado de menos que no haya sido más ácida y menos tonta en algunas partes, pero, eh, todo no se puede pedir.
Mi opinión sobre “El dictador” es muy aladeen.