Crítica de ‘G.I.Joe: la venganza’ y el juego sin más

G.I.Joe: La venganza’ no es más que un nuevo asalto de los muñecos de acción de Hasbro sin complicaciones de argumento ni exigencias de algún tipo. No aporta ninguna novedad respecto a la primera entrega, sólo es pura evasión  en donde la búsqueda de pensamiento elevado, de lógica o trasfondo, hará al espectador llevarse nada más que un dolor de cabeza.

Para disfrutar de ‘G.I.Joe: la venganza’ hay que partir de la misma base que en la película de Stallone, hay que saber que el film que se va a ver es un artificio lúdico y simple. La historia es la de siempre, el guión está plagado de lugares, situaciones, personajes y diálogos comunes de las películas de acción, e incluso en una variedad inesperadamente infantil( si nos fijamos en las personalidades de los villanos) y tan superficial, que da muestras de cierto machismo simplista. Esto último se pone de manifiesto en el punto crucial de la ofensiva enemiga con una crisis político-nuclear:  lo peor es que cabe imaginar, en estos tiempos que vivimos,  que los gobernantes del mundo actual, al igual que llevados al extremos del film, sean así de ineptos y corruptos. Un planteamiento genial si realmente hubiera intención de reírse, que lo hace, pero con la boca bien abierta.

Esto no quita para que la película sea entretenida, tenga algunas escenas dignas de su director Jon M. Chu( ‘Step up 3D’, ‘Street dance’, ‘LXD’) como la coreografía batalla en la montaña, o personajes simpáticos como el de Dwayne Johnson(‘Fast and furious 6‘, ‘La montaña embrujada’) o el breve de Bruce Willis, que hace lo de siempre( hasta el punto de que parece que se parodia un poco) Es una pena que no se exploten los filones que sí tiene el filme, como su reparto, las luchas, donde marea la cámara con exceso desluciendo los golpes, y no hubiera sobrado unos cuantos chistes más o simplemente un poco más de morro: si vamos a hacerlo, para qué quedarse a medias.

‘G.I.Joe: la venganza’ es lo que parece unos muñecos con los que se han puesto a jugar sus dueños, aunque estos hayan tenido menos imaginación que los niños.

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