Crítica “Django Desencadenado”

El ser humano ha sido tradicionalmente una especie con tendencia a la sociopatía. Nos viene de serie. Esta muy bien lo del tema de la razón, caminar a dos patas y poder usar los pulgares, pero en el cocktail de “homo sapiens” alguien olvido poner algún ingrediente importante. Desde su más tierna infancia, la especie humana ha demostrado un ilimitado poder de autodestrucción, poniendo todas las cualidades que la evolución ha colocado en su mano para cometer atrocidades que deberían sacarnos los colores a todos. No lo duden, un ser humano con poder ilimitado se convierte en el individuo más peligroso de la galaxia. Para esto está el contrato social, para reprimir nuestros instintos más primarios. Cuando se han perdido los límites, los resultados han sido la Primera Guerra Mundial, el nazismo o como el caso de “Django Desencadenado”, la esclavitud y el racismo previos a la Guerra Civil Americana.

Sistemáticamente se tiende a calificar a Quentin Tarantino como un director violento. No vamos a negar la evidencia de que la sangre en sus películas es un personaje más, pero sería injusto calificarle como sádico o algo por el estilo. ¿Qué piensa Tarantino cuando escribe sus guiones? Pues piensa en los espectadores, e incluso en él mismo como espectador. No podemos entrar en su cabeza (no sería muy recomendable), pero encontraríamos algo parecido a “Os conozco. Se lo que queréis malditos. No intentéis disimular delante de mi. Sentaos y disfrutad”.

Django Unchained movie still

Otro error que es frecuente cometer al ver un filme de Tarantino es permitirse un descanso intelectual, dejando de guardia solo a dos sentidos: la vista y el oído. No juzguen el cine de Tarantino por su frívola apariencia. Quentin es un cineasta de altura. El séptimo arte no tiene secretos para él. Es un individuo de vastos conocimientos, tanto de cine oriental como europeo. Tanto de western, como de cine negro. Cuando alguien quiere tanto a su profesión se nota. Disfruta con lo que hace, y esa sensación traspasa la pantalla hasta hacernos disfrutar a todos. Hay quien utiliza en su contra argumentos como que su cine carece de originalidad, ya que coge cosas de unos y de otros. Gran error. Bebe de las fuentes del cine, como todo buen cineasta ha de hacer y así ha logrado inventar un género propio: los filmes “tarantinianios”.

Si “Malditos Bastardos” era una un western protagonizado por nazis, “Django Desencadenado” es una película de nazis protagonizada por vaqueros. El sur de Estados Unidos en los años previos a la Guerra Civil Americana es el caldo de cultivo ideal para que nuestro querido Quentin desarrolle todo su talento. Un grito de libertad. La historia de un esclavo liberado metido a cazarrecompensas, cuyos caminos solo conducen a recuperar a su esposa, de la que fue separado al ser ambos vendidos a distintos propietarios. Todo afroamericano en particular y personas de bien en general obtienen en “Django” lo que tanto se merecían: una buena dosis de justicia, igual que la obtenida por los judíos en “Malditos Bastardos” con la muerte de Hitler.

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Por descontado que cuando Tarantino está al mando, los interpretes dan lo mejor de si mismos. Si Christoph Waltz nos enamoró con su “Hans Landa” de “Malditos Bastardos”, en esta ocasión renovamos los votos. Grandísimo papel el suyo de cazarrecompensas alemán. En el minuto uno ya le juramos amor eterno. Leonardo Di Caprio y Samuel L. Jackson construyen a unos villanos magníficos al más puro estilo Tararantino. Por su parte Jamie Foxx se mete en la piel de “Django” y lo hace con maestría. En todo caso, si me permiten una recomendación, atentos a la secuencia de Don Johnson y Jonah Hill. Pocas veces se puede reír uno tanto.

Por decir algo malo del filme, la verdad es que pierde intensidad en su media hora final. Tras lo que debería ser el clímax final, se produce un segundo desenlace cuando el espectador ya ha bajado la guardia y su nivel de atención. A pesar de ello, “Django” es, como todas la cintas de Tarantino brillante. Disfrutarán con la obra de un director que mantiene la frescura de las primeras películas, y encima añade oficio. No pierdan la oportunidad de dejarse seducir nuevamente por Quentin.