Crítica: ‘Mil veces buenas noches’

Crítica de 'Mil veces buenas noches'

Crítica de 'Mil veces buenas noches'

‘Mil veces buenas noches es un drama íntimo y familiar que mira alto pero que al final se queda entre lo común. Con una factura visual bastante poética Erik Poppe nos lleva a la guerra interna de una fotógrafa de guerra que tiene que elegir entre su trabajo y su familia.

‘Mil veces buenas noches’ es un film triste y entretenido que cuenta con imágenes bonitas, quizás demasiado bonitas para el tema que trata, pero que desaprovecha parte de su potencial. Por un lado, nos hallamos con el tema del periodismo de guerra que se debate entre un servicio necesario ante los desastres del mundo y que desarrolla también un debate ético entre retratar y colaborar, verse inmerso pero ajeno, entre lo sensacionalista y lo informativo. Por otro lado, nos hallamos con un territorio personal difícil: ¿cómo convivir tras estas visiones de un mundo horrible? ¿Cómo volver a casa y vivir como si nada? Y en este punto la mirada opuesta: ¿Cómo lo viven los familiares que están al otro lado y se quedan esperando al aventurero?

Evidentemente las preguntas son difíciles de responder y de abarcar y el film no parece ahondar en ninguna de ellas,y evita ir a un dramatismo muy crudo a este respecto, prefiriendo una fotografía nítida y limpia incluso en las estampas más cruentas y escabrosas. Tampoco en el ámbito del hogar se sumerge mucho, opta por un par de clichés que en cierto punto se simplifican tanto que resultan incomprensibles. Poppe prefiere así, como ya hemos dicho, una imagen más sencilla y estética e incluso la metáfora, así como un gusto por los primeros planos para sobrevolar la historia y reducir el diálogo al mínimo. Sí es verdad que este estilo tiene su efectividad en ciertos momentos y es muestra del hermetismo y el mundo único e incomprendido de la actriz protagonista, pero, en otros, nos falta una frase más convincente o un poco más de barro y sangre.

el dilema familiar de 'Mil veces buenas noches'

Suerte que para esto el director opta por unos intérpretes geniales que, aunque apenas dicen lo que tienen que decir, cuentan con una expresión esclarecedora, donde un gesto vale todas las palabras. Juliette Binoche es, de esta manera, absoluta protagonista en este viaje evidente, aunque está acompañada por Nikolaj Coster-Waldau y las niñas Lauryn Canny y Adriana Crammer Curtis. Lo mejor de ‘Mil veces buenas noches’, además de Binoche que, sea como sea la película, nunca decepciona y mantiene esa belleza esencial que la define, es el prólogo y el epílogo de la película, que sin morbosidad te deja pegado a la silla, con dos escenas de las que hoy en medio de los conflictos y asesinatos que se producen en el mundo están más que de actualidad.