Doña Blancanieves o la muerte del «-Ito»

El cine, como el arte en general, no es ajeno a la evolución de los gustos sociales. El individuo de estos días poco tiene en común con aquel de 1937 que acudió de manera masiva a las salas de Estados Unidos a disfrutar del primer largometraje Disney y del que se convertiría en el primer clásico de la factoría (que me perdonen “Los tres cerditos”). Era esta una historia cargada de sentimientos, fantasía y adorables personajes. ¿Se imaginan que este viernes, setenta y cinco años después llegase a nuestras pantallas el filme de Disney con todos sus buenos sentimientos, fantasía y adorables personajes? No. No lo intenten. Les resultará imposible. Si echásemos un ojo a la cartelera del fin de semana y nos encontrásemos el cartel promocional con la pálida princesa manzana en mano, puedo garantizarles que la expresión de tres de cada cuatro ciudadanos sería “¡¿A dónde van con semejante horterada?!. Lo que diría el cuarto individuo no lo vamos a reproducir, que somos gente educada.

Pues bien, resulta que Universal Studios ha decidido dar al público de 2012 la “Blancanieves” que se merece y el resultado se llama “Blancanieves y la leyenda del cazador”.

En esta nueva Blancanieves el diminutivo “-ito” ha muerto. Esto resulta de lo más representativo. El “espejito” ya no es tal. Es “Don espejo”: una especie de espectro dorado que pasa de líquido a sólido con la misma facilidad que el malo de “Terminator 2” (No se ha comprobado, pero probablemente esté fabricado con adamantium). Los “enanitos” también han perdido su sufijo. Son “individuos con trastorno de crecimiento óseo”: un grupo armado que opera en la clandestinidad.

El filme de Rupert Sanders está lleno de ruido y de acción. Hay persecuciones y luchas por doquier. Golpes y más golpes. Y entre tanto caos una figura destaca por encima de todo. Una Bruja de la oscuridad que ilumina la pantalla cada vez que aparece. Charlize Theron: una actriz que brilla hasta en las tinieblas del reino más tenebroso. El resto de intérpretes se limitan a su función: Kristen Steward a pasar de todo. Chris Hemsworth a repartir palos. Les dejo a ustedes la labor de reconocer a ocho magníficos intérpretes británicos en la piel de los “enanitos” (o individuos con trastorno de crecimiento óseo)

Para que se hagan una idea correcta, el filme podría compararse al moderno Robin Hood de Ridley Scott más que a la Caperucita Roja de Catherine Hardwicke (para nuestra tranquilidad), de modo que si son plenamente conscientes de lo que van encontrarse, no se van a llevar una decepción. Se llevarán un par de horas de entretenimiento “made in Universal”. No es la mejor “Blancanieves” que ha pasado por las pantallas, pero es la “Blancanieves” que nos merecemos.