No me he matado buscando el título para la crítica de «Tenemos que hablar de Kevin«, es cierto, pero es que no es Kevin quien nos pone los pelos de punta, sino la actriz de origen escocés que hace el papel de su vida en esta película. O, más bien, lo mejor de su carrera hasta ahora, que tenemos Tilda para rato.
Me gustaría aclarar antes de empezar a destripar la película que no puedo ser del todo objetiva con ella, ya que antes me leí la novela en la que se basa y ésta es muy buena, demasiado, y su curiosa narración en forma de cartas con recuerdos que van y vienen mezclados con el presente parecía difícil de adaptar a la gran pantalla.
Lynne Ramsey, directora de la que hasta ahora no había oído hablar, ha hecho un trabajo bastante bueno en ese aspecto y ha conseguido transmitir en la película la ausencia de una cronología que avanza en un único sentido: a veces nos encontramos en un pasado remoto, otras en el presente, incluso saltamos a fragmentos muy lejanos o que se entrecruzan y resultan difíciles de encajar en su momento, aunque más tarde los podremos hilar con más información.
Aparte, el trabajo de fotografía hace que cada plano sea una delicia y las localizaciones a veces son un personaje más de lo mucho que hablan. Las contextualizaciones están muy bien logradas, casi tan detalladas como en el libro. Si a esto se le suma una buena banda sonora que sigue ilustrando los rasgos de los protagonistas con pinceladas un tanto subliminales, entonces podríamos estar viendo una película perfecta.
Pero no termina de ser así. Promete, promete, sin llegar a cumplir. A Tilda Swinton no se le puede dedicar otra cosa que no sean alabanzas, pero el resto del casting cojea. Ezra Miller a veces consigue inquietarte y a veces consigue molestarte con su sobreactuación, pero le damos el visto bueno. O se lo doy yo, por lo menos, que me ha ayudado a terminar de perfilar a Kevin. En cambio, John C. Reilly solo nos aporta a un padre de familia muy soso, sin particularidades, fácilmente olvidable. Yo ni siquiera qué demonios hacía ahí.

Ahora saltamos al guión. No es una mala adaptación, eso vaya por delante, pero no creo que le haga justicia al libro. «Tenemos que hablar de Kevin» deja muchas cosas en el tintero. Juega a las insinuaciones vaporosas, a que el espectador complete y saque sus propias conclusiones. Esto no me parece mal cuando hay un punto al que llegar, el problema es que Ramsey se pierde demasiado y su contenido se diluye, eso sí, formando un precioso charco muy colorido.
Hace un buen uso de la relación tensa entre la madre y el hijo, ese extraño odio que fluctúa por ambas partes, pero nunca termina de explotarlo y solo pretende confundir. Tal vez forme parte de la gracia y así es como se sienten nuestros protagonistas: confundidos. Kevin no soporta la falsedad, le pesa existir y no tiene ningún propósito, pero no es cierto que desprecie a su madre, pese a las variadas muestras de odio a la que asistimos. En realidad, la admira, la admira mucho más que a su padre o a cualquier otra persona, aunque ya desde bebé se resiste a un cariño forzado. Busca autenticidad que Eva no sabe o no puede darle… hasta que no sucede algo terrible.
Tampoco la veo revolucionaria, sórdida o políticamente incorrecta. No le da tiempo a serlo, no se arriesga del todo porque prefiere lanzar la pelota y filmar la parábola que describe la esfera en vez de mostrar cuáles son las consecuencias de arrojarla.
Sinopsis
Eva es una exitosa empresaria de guías de viaje que está casada con Franklin, un patriótico e inocente publicista. Ambos se embarcan en la aventura de tener un hijo, pero la maternidad no resulta para Eva tan satisfactoria como debería serlo. Ella tiene dudas desde el embarazo: estrías, gordura, hormonas por las nubes, dolor de senos, etc. Y luego nace Kevin, que no es un bebé fácil. Renuncia a tomar su pecho y siempre llora en su presencia. Esto no cambia con el tiempo, pues parece que la tiene tomada con su madre desde su alumbramiento. ¿Puede ser un niño malo? ¿Puede un determinado modelo de crianza impedirlo?
Estas preguntas no se contestan en la película, aunque no por ello deja de ser un interesante ejercicio visual. No le daría más de un siete. ¿Vosotros la habéis visto? ¿Qué opináis?