Una noche en el viejo Mexico, crítica

Una noche en el viejo Mexico
Una noche en el viejo Mexico

 

Una noche en el viejo Mexico, crítica

Una noche en el viejo Mexico es la segunda película de Emilio Aragón tras ‘Pájaros de papel’ que cuenta con mucha ambición pero que se deshincha progresivamente al mezclar tramas poco verosimiles con unos personajes torpes en sus diferentes misiones.

Una noche en el viejo Mexico nos relata como Red Bovie (Robert Duvall) un viejo vaquero al que el banco le ha quitado todo y tiene que ser reubicado en otro barrio más que humilde,decide reberlarse y marcharse a por una última buena juerga a México. Lo que complica esta aventura es la aparición de un desconocido nieto (Jeremy Irvine) que quiere conocerle en medio de una, en principio misteriosa pero previsible, crisis existencial. Con la prisas ambos huyen juntos al país chicano y en el camino cogen a unos ladrones que se han hecho con un botín que no es suyo. Estos pronto cansan al viejo que les abandona sin saber que se lleva un montón de dinero por el que van a ser perseguidos.

Así no sólo se sirven de una historia típica de descubrimiento y crecimiento estilo aprendiz y maestro, sino una trama de suspense, ya que el dinero se convertirá en un objeto de deseo  para todos, sobre todo cuando el abuelo lo descubre en su poder y los demás confirman que él es el que lo tiene. Si esto parece poco se le suma una especie de línea romántica (gracias a la atractiva Angie Cepeda) que es lo más parecido a lo absurdo, ya que parecen faltar razones de peso que lo sostengan.

Robert Duvall y Jeremy Irvine en 'Una noche en el viejo México'

La historia en el papel podría ser un relato bastante interesante pero el guión de William D. Wittliff (‘Leyendas de pasión’, ‘La tormenta perfecta’) no consigue hilar ni profundizar en ninguno de sus temas con algo de sensatez. Los personajes son bastante típicos y auténticos pero sus acciones no se corresponden con sus resultados. Los actores  llevan sus roles con bastante dignidad pero la falta de coherencia entre causas y efectos estropean todos sus esfuerzos, así como unas bases para generar las relaciones personales que se crean. Resumiendo nadie puede creerse que ese viejo y orgulloso vaquero pueda vencer en un duelo de fuerza e ingenio a ningún criminal, ganar el corazón de su nieto ni seducir a la bella pero fracasada cantante. Lo que hacen resulta muy natural pero consigue finales increíbles. (El pobre Robert Duvall no puede ni écharse una carrera tras lo malos)

Así Emilio Aragón recurre a una serie de clichés que si bien podrían funcionar resultan flojos y fuera de lugar, quizás por moverse en un escenario mítico pero que le es absolutamente ajeno, como si reconstruyera una historia de memoria y que quizás hubiera sabido manejar en un sitio y situación que le fuera más familiar como le pasó en su film debut. Aunque reconocemos como certeros al joven perdidos, al abuelo huraño y orgulloso y a la mujer castigada por la vida, todos se hallan en situaciones forzadas y desarrollos poco asumibles. Los personajes secundarios, interpretados entre otros por Luis Tosar, Joaquín Cosio o Michael Ray Escamilla, no ayudan ya que parecen demasiados torpes y vacíos con el fin de facilitar la proeza heroica al anciano.

En cuanto a la factura técnica sin destacar nada se defiende con notable eficiencia, aunque quizás se echan de menos alguna localización más impresionante o con más sabor. Las calles de México ciertamente se han podido ver en muchas producciones pero no ofrecen ningún encanto a la visión mágica y de renacimiento personal que trata de transmitir la película. En definitiva se puede observar una corrección visual suficiente para imprimir a una tercer film donde se hayan solucionado los problemas narrativos que pueden apreciarse en ‘Una noche en el viejo México’.